Movimiento. Acrílico sobre papel. 16]19. 2013. |
Solo la vida sabe de lo que somos capaces.
Judy.
Para vivir intensamente hay que dejarse tocar por
la vida, por la gente y por sus
historias. Quizás si una decidiera no dejarse tocar sufriría menos, pero estoy
segura de que viviría menos. Vivir
de puntillas a mi me parece que no vale, para estar completamente vivo hay que
mojarse. Esta es la historia de amor de
J.J. quienes a pesar del tiempo transcurrido están en mi memoria
emocional.
Una tarde de verano Judy se
encontraba mirando por la ventana de la cocina de su apartamento en la ciudad
de New York, estaba limpiando y pendiente porque Javier su esposo se encontraba
abajo en el pasillo externo del edificio,
arreglando el carro. Hacia buen tiempo y ese domingo Javier se
entretenía con su pasatiempo preferido, mecanear en el auto de ambos. Llevaban
casados 15 años, se adoraban,
pensaban que se habían ganado la lotería al conocerse. Ya no eran tan jóvenes
cuando finalmente se juntaron y sentían que tenían que aprovechar la vida que
les quedaba.
Realmente no eran mayores, tenían 45 años , pero la vida en la cuidad había sido muy
dura, habían tenido que adaptarse al Bronx, la gente era tan distinta, el
racismo, el prejuicio por ser
puertorriqueños, los sueños que por separado habían alimentado y no pudieron
cumplir, en fin las experiencias
fueron muy difíciles.
Ambos habían tenido varios
amores de mucha decepción y cuando se encontraron sintieron que la lucha se
había terminado. Ninguno tenia muchos
estudios y Javier hacia de mecánico para las amistades, ella trabajaba
en fabricas. Todo su tiempo libre lo dedicaban a estar juntos, no tenían hijos,
ese sueño fue uno de los que no pudo hacerse realidad.
No tenían muchas pertenencias,
como parte de mi trabajo hice una visita a domicilio. Comprobé lo limitado de
sus propiedades, el cariño que se
respiraba en su apartamento y la absoluta abundancia en la que sentían estar viviendo.
"Son ya las 9:00P.M. y
Javier no sube, cuidado que se lo he dicho, que no suba tan tarde"…dicho
esto, Judy se asomo a la ventana justo en el momento en que el gato que
sostenía el carro que Javier estaba arreglando fallo creyéndole
encima. Judy no pensó, salió corriendo escaleras abajo rezando para que
Dios la ayudara a llegar a tiempo. Javier había quedado atrapado debajo del
carro que estaba arreglando y no
se movía.
Con sus dos
brazos de mujer pequeña de estatura, bastante delgada y la energía del amor,
levanto el vehículo y logro sacarlo. Tomando lo que quedaba de su
esposo, corrió hacia el medio de la calle y allí se detuvo con el cuerpo ensangrentado de su amor. Los carros
que pasaban al principio la evitaron como pudieron, pero Judy estaba decidida a
no moverse, alguien tendría que detenerse. Un hombre en un camión se dio cuenta
de lo que pasaba, se detuvo y la ayudo a llevarlo a un hospital cercano.
Javier estuvo muchos meses, muy
grave en intensivo, tenia el cuerpo destrozado, rotura de cráneo, brazos rotos,
piernas rotas, pelvis fuera de lugar. Las operaciones fueron de cabeza ,
extirpación de bazo, yesos por meses, y el rostro destrozado. Judy se interno
en el hospital con el y salio el día que lo dieron de alta, lo cuido, y lo amo más que antes.
Javier quedo con enormes secuelas físicas y emocionales, incluyendo limitaciones en el área de
la memoria, el habla y daño irreparable de sus funciones sexuales.
A preguntas mías Judy decía que
no podía entender cómo ella había sido capaz de levantar un carro pesado y
grande solo con sus brazos. Me
contaba que según bajaba las escaleras del edificio se iba sintiendo tan fuerte
que no lo podía creer. Las personas que la acompañaron en el hospital estaban
preocupados por ella, se suponía que le dolieran los brazos, el cuerpo y a ella
nunca le dolió nada. Solo lloro cuando los médicos le comunicaron que Javier
estaba fuera de peligro. Desde este momento nunca se separo de su esposo, le
habían dado incapacidad total a Javier por sus secuelas y a ella por lo
emocional. Ambos iban a recibir tratamiento una vez al mes a la clínica donde
yo trabajaba, tuve el privilegio de atenderlos, conocerlos y escuchar su
historia.
J . J. Como
yo los llamaba iban de la mano y
el sonreía siempre que escuchaba la voz de ella, a mi me parecía que su cerebro quizás no recordaba, pero que su corazón reconocía a esta mujer extraordinaria, que les
salvo la vida a los dos.
*, Historias como estas son
las que me han formado y me transforman. El trabajo que practicamos es una
actividad que hacemos y nos hace. El día que tuve que marchar J.J. decidió no
asistir a su cita… a todos se nos hizo difícil la despedida, sirva esta
publicación como mi homenaje
*Los nombres como siempre son
ficticios.
La autora es Psicóloga
Clínica en práctica privada.
(787) 753-2848] 399-3114.
thaliacuadrado@gmail.com
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