Creando desde el caos. |
La
confusión del momento. La ineficiencia de los gobernantes para enfrentar las
situaciones. La ineptitud de las instituciones creadas para proteger al
ciudadano. La frustración de los individuos ante la ineficiencia de los
sistemas. La inmadurez o el infantilismo usado para la solución de conflictos,
que al final crea mas problemas de los que teníamos. La negaciòn de lo obvio
que nos hace sentir que todos hemos entrado en un grado de locura difícil de
superar. El rosario de quejas diarias sobre lo mal que caminan las cosas,
cuando echan pie, pues la mayoría de las veces están estancadas. El estrés generalizado que no nos permite
dormir y nos indigesta creándonos problemas de salud.
Toda
esta experiencia continua nos produce
una percepción de caos permanente difícil de manejar. Entendiendo que la
experiencia subjetiva es la hoja de ruta de cualquier humano. La vida que
vivimos es como la percibimos por ello es tan importante pestañear, limpiarnos
los ojos, para ser capaces de cambiar lo que vemos.
Ciertamente
la falta de recursos económicos, los
pocos recursos, o la dificultad de ganarnos el pan de cada día, nos hace sentir
en caos. Todas estas experiencias nos crean inseguridad ante la vida, una
ansiedad extrema ante el futuro y hasta una añoranza del pasado, que por duro
que fuera siempre fue mejor.
Entiendo
que no es lo mismo que tus ingresos bajen vertiginosamente y no puedas ni
remotamente vivir parecido a lo que hacías 5 años atrás. Para alguien con esa
experiencia la vida es dura, difícil, angustiosa. Para otros la crisis es de
los demás, para ellos la economía esta en salud, prospera y no entienden por qué
las personas se quejan tanto. Otros, muchos, muchísimos viven el caos de no
tener. No para comprar o pagar deudas. Es el no tener para la sagrada responsabilidad
de dar de comer a sus hijos. Para ellos, en democracia, en guerra o en
cualquier otro sitio, el caos es una realidad experimentada a diario.
Como
decía, la percepción de la vida, del entorno, del mundo es personal y tiene el
color de los espejuelos con los que miras. Tener, poseer bienes económicos
puede mejorar la vida material, la salud o erradicar el hambre, además de proveernos
de techo para cobijar a nuestros seres amados. Todas estas, aspiraciones humanas genuinas de nuestro tiempo. Pero solo
en la medida en que podamos entender cómo se mueve nuestra propia energía
podemos aspirar a sentirnos vivos.
Cuando observamos sociedades altamente
consumistas, con grandes monumentos al dios dinero es difícil pensar que no son felices. Ellos parece que
tienen de todo. Claro es, nadie tiene rayos x para conocer lo que tienen dentro
de ellos mismos. La tristeza, la depresión, la ansiedad o cualquier dolor
psicológico puede ser exitosamente maquillado con suficiente dinero.
Sin
embargo, el bienestar material sin la reflexión interna es como vestir de gala
a un cuerpo enfermo y esperar que vibre salud. Hace algunos años tuve el privilegio de trabajar con enfermos
terminales. Muchos de ellos tenían o habían tenido numerosos bienes materiales.
La enfermedad por otro lado les había provisto del momento para la reflexión en
otra dimensión, fuera de todo lo que podían contar con números o dólares.
Muchos llegaron a desarrollar una conexión con la verdadera experiencia de
estar vivos difícil de superar e imposible de comprar. Parece ser que no hay
nada que nos haga sentir mas vivos que la conciencia de la propia muerte.
Por
supuesto no estoy diciendo que hay que esperar a estar enfermo para hacer
reflexión. Pienso que es todo lo contrario, ante este aparente caos se nos
regala un tiempo de orden interno para
abrir los ojos a otra realidad. Una amiga me dijo hace muchos años…la verdadera resistencia es actuar bien.
Me gustaría añadir que la verdadera resistencia es conocer que cada acto tiene
una consecuencia y aún cuando no la veamos se produce. Es tiempo de reflexionar
en los actos y ser congruentes. Si predicamos que los otros están haciendo
cualquier cosa para alimentar el caos, tenemos que actuar de manera que nuestros actos produzcan la armonía deseada.
La
autora es Psicóloga Clínica en practica privada.
(787)
753-2848—399-3114
thaliacuadrado@gmail.com
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