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Abundancia 2014. |
Dedicado
con mi admiración y gratitud a China Zorrilla. La eterna Elsa.
Estar en el mundo, ya es una proeza.
Desde
que nos conciben se nos regala una enorme transformación, que parece mostrarnos
el camino de cambios que nos toca visitar. Luego al nacer, que es tanto un
trabajo de la madre como del hijo, de desapego, de soltar, de adquirir una
identidad separada. Hasta los años de la adultez tardía donde usualmente
tomamos conciencia de que la vida según la hemos vivido tiene fecha de
caducidad.
Durante
años nos embarcamos en luchas externas, muchas veces de otros. Raras veces nos
percatamos que son heredadas y que las hemos asumido como propias. Luego mas
tarde se presentan las internas que son nuestras, con más fuerza y resistencias.
Puede ser que llevemos unos cuantos años, barriéndolas debajo de la alfombra.
El que no identifiquemos los conflictos
internos no quiere decir que no existan. Ese trabajo es el que toca hacer, en ésta
la escuela de la vida. Lo que sucede es que temprano nos hacemos expertos en la
evasión, la huida y la dejadez.
Al
nacer alguien, casi siempre nuestros padres, tienen planes para cada uno o una
de nosotros. Pero también tiene otro plan el país, la cultura, el momento
histórico. La educación, la sociedad del momento, las religiones también tienen
sus ideas o requisitos de lo que debemos ser.
Luego
cuando vamos creciendo y pensamos por nosotros mismos, nos capturan los “se
supone”. Se supone que estudiemos, que seamos ciudadanos ejemplares, de los que
no llaman la atención, de mala manera. Se supone que cumplamos con los
requisitos de escalar posiciones, tener más que nuestros padres, tener más que
el vecino. Y en los se supone quedamos atrapados,
hay que casarse, no con cualquiera sino con el o la, que se supone. Pertenecemos
quizás a organizaciones, que nos desagradan, pero nos dan estatus y eso se
supone que lo cuidemos. Tenemos hijos, hay que tener porque también se supone y
no se ve bien que no tengas.
Pasando
el tiempo, con un poco de desarrollo de conciencia, a pesar del bombardeo
social o familiar, para que te quedes
dormido en tus trampas. Vas despertando y comienzas a preguntarte…¿será esto todo lo que hay para mi en la vida? ¿Sería
éste el camino que debí seguir o he seguido el que tanta gente me señaló?
Entonces nos toca hacer una pausa
y enfrentarnos a la única persona que sabe la contestación a las preguntas. Casi
siempre éstas preguntas llegan acompañadas de crisis, dolor, divorcios, enfermedad
o muerte. Llegan cuando un evento catastrófico nos visita y nos quita la
comodidad, tan atesorada. Como la crisis económica del presente. La comodidad por
otro lado, no levanta conciencia, para cambiar necesitamos estar incómodos, esa
es una de las funciones de la crisis.
Con el movimiento de la tormenta se nos cae la
venda y comenzamos a ver, de verdad. Al
principio es como una pesadilla, el
tormento es terrible, no podemos reconocernos. Las personas a nuestro alrededor,
no ayudan. Cada una tiene su manera de verlo, todas tiran en diferentes
direcciones tocando cada uno de los miedos, de los botones de pánico, de cada
uno, de los supone.
Sin
embargo, nadie puede rescatarte, solo tu sabes, llego la hora de decidir, llego
el momento de la verdad interna. Llego el momento que tiene mas posibilidades
de toda la vida. Como dice Carl Jung, el momento de la individuación. Se nos
presenta de frente: la única verdad, tu y yo somos los dueños del escenario que
hemos creado. Espacio donde cada uno tiene que decidir, batallar, fluir y aprender
a amar hacia donde quiere ir… con el tiempo que pueda quedarle. Es un momento
mágico donde aprendemos a usar el App que tenemos incorporado. Con el que
tenemos el poder de crear un nueva realidad. Está en nuestras manos. Dale…mete mano.
La
autora es Psicóloga Clínica en practica privada.
(787)
753-2848—399-3114
preguntaleathalia@gmail.com
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