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Todos. 2015. |
El que mira hacia fuera sueña.
El que mira hacia adentro despierta. Carl G. Jung.
Hacia
afuera vemos las películas, que por mucho que nos identifiquemos con el
protagonista, estamos sentados en la
butaca. Hacia afuera vemos los juegos de
deportes, porque aunque seamos fanáticos, no estamos jugando. Mirando los
alrededores podemos ver a los que nos
rodean. Es fácil evaluar, identificar, señalar lo que ellos están haciendo o
diciendo. Todo es más fácil y lo entendemos mejor, cuando le está sucediendo a
otro.
Desde
las gradas creamos distancia y ponemos una verjita que nos separa del otro o la
otra. Mirar con distancia parece proveernos de poderes mágicos para ver claro cómo,
“se deben hacer las cosas”. Es más, parece que hasta nos convierte en más inteligentes,
porque la lejanía distancia la emoción y parecemos mas lógicos. El sentido
común se agudiza y creemos que podemos
criticar o enjuiciar, “con mucha razón”, al de afuera.
Cuando
nos situamos afuera, los ojos apuntan a los demás, un territorio que nos
adjudicamos el derecho de despedazar
porque no lo compartimos. Casi siempre el gesto de la mano es hacia afuera
para los otros y en el corazón para lo propio. Ellos hacen tal o cual cosa, “yo
no hago eso”. El yo es como una vacuna ante los desmadres de los otros. Como en
una pareja polarizada, “tu haces eso, yo no, ese es tú problema”.
Hacia
adentro, el baile es distinto, es privado. Se vuelve de inmediato, lento y
temeroso. Porque encontramos la reflexión, somos los actores y actrices de nuestra
propia vida. Adentro es un lugar íntimo donde duelen los errores. Las metidas de
pata ya no son tan terribles...se sienten terribles. Adentro no tenemos escapatoria sobre las
consecuencias de los propios actos, nos dan en la nariz, nos impactan y hasta nos
persiguen de noche. Hacia adentro sentimos la vida y sabemos que cada una se vive, se goza o se sufre acá…adentro.
Sin
embargo, en la psicología no existe nada absoluto. Ambos estados hacia afuera o hacia adentro son necesario para la salud
mental. Habrá momentos donde lo mejor será mirar desde lejos. Lo destructivo sería
mirar desde lejos siempre y estar siempre adentro nos aisla. Por otro lado
por mucho que nos empeñemos el adentro no cesa nunca, estar con nosotros mismos
es imposible de evitar. Aún cuando casi todos somos expertos en comportamientos
con los que pretendemos dejarnos en alguna esquina. Conozco a muchos que les
gustaría poder divorciarse de ellos mismos.
Tanto
afuera como adentro y todos los estados intermedios son necesarios, la complejidad de lo humano
requiere de todo. Pero como parece que
aprender y ejercer nuestra humanidad es una parte ineludible de la vida. Tenemos que contar con
lo propio y con el otro para estar todos en la misma patera. Humanos todos.
Esta
realidad nos colectiviza, nos
sensibiliza, nos une a los demás. En una palabra nace el nosotros tan
necesario en muchas situaciones. Entonces el otro soy yo y la llamada
globalización tiene sentido de verdadera cercanía. De esa forma podemos ver los dolores o las
alegrías de los otros como propias. Podemos aceptar las enormes diversidades.
Somos incapaces de burlarnos de las creencias del otro. Entendemos que el otro
tiene el derecho de tener un afuera y un adentro. Y en este enorme y abrumador
colectivo podemos aceptar que la humanidad es capaz de transformarse una vez
mas y que todos somos necesarios.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica
privada.
787-
399-3114
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