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De la serie Mandalas de procesos. El Laberinto. Acrílico sobre tela. 16"x20". |
La vida psicológica es distinta para todos. Nuestra particular manera de ver y comportarnos es única aún cuando pueda ser similar a otros. Cómo cada persona construye su mundo interno es particular
a ese individuo, a su historia y a sus vivencias. De hecho una de las cosas mas
impactantes de la psicología es esta, lo fascinante que resulta lo único de
cada humano. La variedad, la diversidad, la multiplicidad
de los comportamientos, gustos, expresiones, maneras de vivir o de amar es enorme.
Pero según todos somos distintos, así también a través de las épocas hemos diseñado maneras para unificarnos a través de creencias, los quehaceres, clubs, grupos religiosos o partidos políticos. Todos estos grupos que sirven para que se unan personas parecidas, también sirven para discriminar a las personas que no comulgan con sus preceptos. Por otro lado a llegado el siglo veintiuno y el aceptar que somos únicos y al mismo tiempo somos parte de un todo que incluye a todos los demás seres vivos es un tema de este siglo particularmente.
En
las parejas siempre buscamos una persona que se nos parezca, que tenga unos
gustos parecidos, que comulgue con nuestras ideas y que sea de una clase social
parecida. Algunas de estas características las hablamos abiertamente y otras
que pueden “sonar” discriminatorias las pensamos y actuamos sobre ellas. Cuando se trabaja en terapia con parejas poco o nada importa quiénes son las dos personas que asisten a la consulta. Su color, su nivel social, su sexo, su cultura o su procedencia. Una pareja es una pareja y sea como sea tiene los temas propios de esa pareja, porque las parejas también son únicas.
Vivimos en un mundo convulso donde gran parte de la tragedia que experimentamos es producto de las múltiples maneras de discrimen que ejercemos. El discrimen es una manera de enjuiciar nacida del ego. Lleva en si mismo el rechazo de la unicidad de cada persona y su derecho a vivir de forma distinta. Por otro lado en nombre del discrimen rechazamos la grandeza de la vida en su innegable diversidad. El discrimen no une, el discrimen nos evita lanzar puentes de entendimiento con otros individuos con los que estamos condenados a convivir en un mundo plural. Nuestras maneras particulares de estar en sociedad proveen para que el discrimen sea muchas veces velado. Tenemos una lista de discrimen, que pasa desde el color de piel, el sexo, el aspecto físico, hasta por el auto que usamos. Es tan amplio el discrimen como la negaciòn de que ocurre, porque entra por la trastienda y casi no se ve, muchas veces solo se siente.
Para muchas cosas en la vida no tenemos que
estar de acuerdo, cada uno vive su vida como desee. Pero comportamientos básicos como el
respeto mutuo, el pensar antes de actuar o el ponerse en lo zapatos del otro antes de hacer comentarios, son ingredientes necesarios para la vida la nuestra y la colectiva. La aceptación de todos
y todas a nivel social no debe ser cuestionable sean mujeres, hombres de cualquier sabor o color y en cualquier relación que libremente decidan.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica
privada.
(787)
399-3114
thaliacuadrado@gmail.com
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