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Celebrando. 2015. |
Para hacerte fuerte de verdad, el
amor tiene que ser más fuerte que el miedo.
Cuando
nos percatamos de que nuestras parejas se parecen, nos llama la atención. Sin
embargo, repetir con personas parecidas, en el amor, en los afectos, en las
relaciones es un tema común a casi todos. Pero… ¿por qué repetimos? Una buena
manera de mirarlo, es que repetimos para ayudarnos a sanar. Nuestras maneras de
ser, historias pasadas o comportamientos que necesitamos identificar y estas relaciones
nos ayudan. ¿Recuerdan cuando repetíamos las tablas de multiplicar? Repetir es
una herramienta de aprendizaje.
Es común para una persona en algún momento de
su relación darse cuenta que su pareja, se le parece a la anterior. Esta toma
de conciencia nos llama la atención ya que el denominador común somos nosotros.
Si el propósito es sanar, mejorar no es un acto de la razón. Es un ejercicio
que nos llama a mirarnos en profundidad
y descubrir lo que hemos aprendido y necesita revisarse. Sanar es descubrir dónde
se encuentran nuestras heridas, para darles luz y poder evolucionarlas.
También repetimos, porque solemos recrear
nuestras necesidades, las luces y las sombras sobre todo lo que hacemos.
Incluyendo y sobre todo en el mundo de los afectos. Cuando lo repetido es una
de nuestras luces, lo celebramos y lejos estamos de pensar que es repetido. Cuando
lo repetido es una sombra, una parte nuestra no reconocida, entonces nos
preguntamos: ¿Cómo es posible que este amor esté en mi vida, para atormentarme?
Este
es un evento muy difícil de aceptar, pues la mayoría de las veces, creemos que
lo que llega a nuestra vida, llega sin nosotros atraerlo. Lo que nos han
enseñado, es que las cosas llegan o se producen sin nuestra intervención. Por
muchas generaciones se nos enseño que la vida y sus eventos son algo, que nos
pasa.
Hoy
día ya sabemos que somos coautores de
todo lo que sucede y que lo que pasa, lo atraemos o lo rechazamos, nosotros
mismos. Lo bueno es que una vez aceptada
nuestra participación en todo lo que “nos ocurre”, también podemos aprender a
aceptar o rechazar de manera consiente y voluntaria, los eventos.
La
repetición en los amores seria algo parecido a no evolucionar. Es decir, si tu
pareja anterior fue un tormento, puedes haciéndote consiente rechazar la
próxima tormenta porque quieres evolucionar tu vida amorosa. Esto todos sabemos que es mas fácil decirlo
que hacerlo, pero de verdad, se puede.
La
repetición tiene otras maneras de manifestarse como el apego. El apegarse a
algo o a alguien es una manera de repetir, porque lo contrario del apego es
soltar y eso seria evolucionar.
Apegarse
es un estado siempre doloroso aún cuando en principio se siente como un éxtasis. En una
relación apegada la felicidad dura…
hasta que la otra persona decide por si misma y no cuenta contigo, entonces es
una pesadilla. El apegado vive en constante temor de perder lo que cree tener y
le brinda sentido a su vida, lo hace
sentir seguro y acompañado. Además el apego en el amor tiene los celos, el
miedo, la ansiedad, la obsesión, como
compañeros de camino.
La
repetición y el apego promueven relaciones donde la dinámica es horizontal. Son
relaciones de las de: “tu me das y yo te doy”. Son aquellas donde se mantiene
en todo momento el tablero de lo que esta dando cada uno. Donde se da, pensando
en lo que se va a recibir. “Tu me dedicas todo tu tiempo libre, estamos bien”. “En
tu tiempo libre deseas hacer alguna actividad donde no estoy incluida, estamos
mal”. Esta forma horizontal también se puede observar en el intercambio de
bienes y en la intimidad sexual. La
relación se convierte en una transacción constante donde ambos esperan que se les
retribuya lo invertido y la relación es superficial.
En
relaciones de evolución, es decir de cambio y crecimiento, donde los amados están interesados
en la calidad de la relación, se producen relaciones verticales. En ésta
relación, la búsqueda de nuevas formas de conocernos y entendernos produce una
convivencia abierta y de compromiso. Para lograr una relación de amor en
crecimiento es necesario promover y practicar la empatía (ponerse en los
zapatos de tu pareja y hablarle desde ese lugar). Hacer de la compasión un acto
diario, donde sentimos con el otro, y el juicio no esta presente. Sin duda,
para sentir con alguien es necesario no tener miedo a sentir, y hacer el
ejercicio diario de confiar.
La
relación donde sus componentes están protegiéndose de no ser heridos, se
convierte en un juego al escondite, donde las heridas del pasado están
presentes y no permiten tener una experiencia nueva. Es algo así, como cargar
con los fantasmas pasados y recrearlos continuamente. Es a lo que muchas
personas llaman: “se que estoy pagando los platos rotos de otro”.
Por
el contrario, en relaciones verticales, donde
ambos están voluntariamente comprometidos a vivir la experiencia del amor. Se
promueve la profundidad de la relación y su enorme capacidad para ayudarnos a
conocernos. Muchos pensaran que ésta es una fantasía, pero les puedo asegurar
que las he visto funcionar. Estas relaciones no son perfectas, son muy humanas
e imperfectas.
Los
modelos que hemos practicado en temas tan cruciales como la comunicación, la
manera en la que promovemos armonía o en la que educamos a un niño, han
cambiado. Se espera que al final de este siglo muchas cosas, no se parecerán en
nada a lo que éramos en el siglo veinte. La evolución en muchos aspectos es
evidente y muchos otros temas están en la crisis del cambio.
En
el tema del amor tenemos que entender que por si solo, no construye una pareja.
Hay que educarse y aprender destrezas de
lo que significa estar en pareja, para aspirar a tener, la total experiencia de
una relación. Continuar repitiendo no puede ser el camino, se hace necesario un
nuevo modelo donde seamos coautores de nuevos mapas. Unos que nos conduzcan a nuevos horizontes, de
expresiones amorosas que satisfagan las necesidades de una nueva manera de amar
y vivir.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica privada.
preguntaleathalia@gmail.com
(787)
399- 3114
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