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Duelo.2015. |
Cada
vida es valiosa, única, irrepetible. Toda vida es grande, inmensa, un milagro
de la creación. Esto lo sabemos todos, muchas veces lo repetimos y tantas otras
lo olvidamos. Sin embargo, cuando estamos condicionados, algunas vidas son
grandes, otras pequeñas. Algunas son insignificantes e invisibles. Por esas no
hay que llorar, ni guardar minutos de silencio.
Los
que leemos los periódicos, los locales y los internacionales, conocemos de las
grandes tragedias que se suceden a diario, en el mundo. Situaciones o problemas
nuevos o de algunos que son perpetuos.
De todos nos podemos enterar, gracias a las nuevas maneras que tenemos de
acezar la información.
Al
tener la información de una nueva
tragedia o de las que suceden constantemente, nuestras respuestas son distantes
. A algunas de estas respondemos de inmediato y en otras si las vemos en un periódico,
hasta pasamos la página. Las desgracias repetidas estamos condicionados a
pasarles por encima y en ese acto radica el peligro. El peligro de obviarlas
porque: “eso ya lo leí” “soy muy sensible y no puedo verlo”, “porque no puedo
hacer nada”, “o porque eso es cosa de las instituciones”.
En
un mundo donde la información se sucede con una rapidez que a veces parece mas
rápida que la noticia. Estamos condicionados a responder como animalitos en
jaula, a lo que nos pongan por delante, que sea nuevo y se repita sin cesar. De
eso viven los informativos, y los medios
de comunicación.
La
otra noticia la que se repite en el tiempo, esa que nunca es nueva, porque es
la misma del año pasado. Esa, estamos condicionados a olvidarla, “como si ya se
hubiera resuelto, “esa es la noticia de ayer”, que aunque, trágica, es vieja.
Un
ejemplo de ello es: La tragedia de darnos el lujo de perder, miles de niños y
niñas a diario, en el mundo. Unicef brinda una cifra de 29,000 menores de 5
años, 21 por minuto. Cifra que detiene el corazón. Es decir, mueren miles de niños y niñas,
diariamente en el mundo por causas evitables, sin funerales de estado, sin tres
días de luto, sin flores ni velas. Sin himnos y sin policías buscando, quién
los mato. En menos de un minuto de nuestro tiempo, según hablamos, comemos,
reímos, soñamos, mueren niños y niñas. ¿Cómo podríamos llamar a la civilización
que permite, esta barbarie?
Mueren… y gracias a que estamos condicionados
a por quién sufrir, o cuándo, mueren sin
que nadie se pinte la cara por ellos, sin que las banderas ondeen a media asta.
Solo mueren, la mayoría de desnutrición, de enfermedades que pueden curarse,
mueren en guerras que hacemos los mayores. Simplemente , mueren y la mayoría de
nosotros no lo piensa ni un segundo por día.
Existen
momentos donde es imposible callar, muchos estamos dolidos y con el corazón en
vilo, por las tragedias y la barbarie.
Eso es de personas sensibles, lo malo es que el dolor dura, lo que dura la
noticia, como una moda muy corta. Los otros los que no están de moda, mueren de
todas formas, haciéndonos cómplices porque no les prestamos atención. Ellos, ya
no son noticia.
Tendríamos que preguntarnos cómo es posible
que el dolor lo condicionemos a lo inmediato. También habrá que preguntarse, si
es una manera de prejuicio por quién nos permitimos llorar. Hace meses que miles
de personas, hombres, mujeres y niños mueren en condiciones de tragedia griega
en el mediterráneo. Ellos están buscando un lugar dónde vivir, huyendo de la
barbarie. En éste momento, hay miles de
personas viviendo en campamentos improvisados y el invierno ha llegado. Sin embargo, parece que el color de la piel
como en el caso de los niños y niñas, la mayoría de países africanos. O la nacionalidad de los
refugiados o si tienes buena prensa, pesa, en cómo vamos a dolernos. En cómo
vamos a ser solidarios y en cuántos minutos de silencio dedicaremos.
El
siglo 21 esta aquí para quedarse, estos 15 años nos han traído tantos cambios
que a veces abruman. Lo mejor está por venir, decimos muchos. Tenemos la esperanza de que las profecías se
cumplan. Que lo mejor sea una nueva
mirada, más consiente del mundo que nos rodea, de nuestras maneras de responder
y de la participación que cada uno o una decida tener. Eso dicen, haría un
nuevo mundo. Y…¿No es eso, lo que decimos que queremos?.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica privada.
(797)
399-3114
tthaliacuadrado@gmail.com
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