En construcción. Como el 2016. |
Mi
deseo para el nuevo 2016. Que sea un año de mucho asombro.
No
todo está dicho. La verdad es, que éste 2016 provoca mucha curiosidad. La
expresión “la curiosidad mató al gato”, puede que sea malo para el gato,
pero a nosotros, nos aclara la vista. La curiosidad, nos lleva a una serie de
comportamientos psicológicos que nos impulsan a buscar información.
Comportamientos tales como: investigar, aprender, explorar. Que a su vez nos
llevan a activar el pensamiento abstracto, buen índice de inteligencia. Y a
usar nuestra imaginación y la fantasía para resolver problemas.
La curiosidad, por otro lado provoca el
asombro, de lo que se encuentra, curioseando. Sin embargo, para asombrarse hay que conectar con lo
desconocido, que decidimos descubrir. Es decir, curioseamos y nos asombramos,
de lo nuevo que hemos descubierto. Y nos abrimos a lo que comienza, a lo nuevo,
con brazos y entendimiento, abiertos. Asombrarse puede darse como un acto
espontaneo que se provoca, sin saber bien el cómo sucede. O la mayoría de las
veces, es un trabajo, continuo, interno, porque según vamos pelando la cebolla del propio ser,
nos asombramos, de nosotros mismos.
Nada es cotidiano en nuestro interno
psicológico, lo cotidiano se produce en lo externo, en lo concreto. Lo frecuente es, levantarse a una hora, salir
a la calle y esperar que todo siga como ayer. En el interno, te levantas a una
hora y descubres, sientes, que no eres como cuando te acostaste, la noche
pasada. Y nos preguntamos con curiosidad, “¿qué me pasa? si apenas anoche
estaba de otra manera”. Y es que en nuestra psicología se producen, muchos
asombros.
Los
asombros en la vida hacia fuera, en la de a pie, en la de todos los días,
realmente son producto de los trabajos de adentro. Si queremos vivir todos los
días sin asombro, nos programamos para ver y oír, que todo es igual que ayer,
solo cambio el día o la hora. Es, ser fiel al dicho, “yo estoy curado de
espanto”.
Asombro
es mirar lo que ves con unos rayos x especiales, que refinamos a través de las experiencias de la vida y nos permiten asombrarnos de lo que
vemos. No asombrarse es mirar sin ver, asumir sin mirar o pasar de largo
por el día, o por la vida, tomándolo todo por hecho. Por otro lado, para poder
creer que el año está por descubrirse, tendríamos que creer que nosotros
estamos por descubrir y eso nos devuelve al interno, a la curiosidad y al
asombro.
A-sombrarse
realmente es, quitarle la sombra a lo que vemos. Detrás de la sombra, se
encuentra la luz. La luz que hace brillar lo que de verdad somos. Esas
cualidades, virtudes, fortalezas o debilidades, que nadie puede quitarnos. Todo
lo que es nuestro patrimonio, dado por los siglos y por todos los que nos
precedieron. Esas cosas que no dependen de la economía, ni de los vaivenes
políticos. Eso que nadie tiene que reconocernos, porque es nuestro. Esa es la
luz y el asombro.
Les
propongo un ejercicio:
Cada
día cuando nos levantemos, vamos a pestañar varias veces, ante cualquier cosa
que “suceda”. Tapate un ojo y miras, tapate el otro y mira. Luego imagínate que
es una pintura y dale la vuelta, hacia abajo, derecha, izquierda y mírala como
cambia delante de tus ojos, Asómbrate. Si nos limpiamos la vista y le damos la
vuelta. Todo es distinto.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica privada.
(787)
399-3114
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