Ya
lo dice el refrán “hay gente para todo”. Sobre todo cuando de emociones se
trata. María, puede expresar sus emociones con tanta intensidad, que puede
asustar a los que la observan. Se prende, como un árbol de navidad, con todas
sus luces encendidas. A Pablo, por el contrario, le cuesta expresar y lo que si
hace bien, es suprimirse. Se le puede
observar, contenido. Ha veces le tiemblan los labios, pero no cede a la
emoción, se aguanta hasta que parece que va a explotar.
En
esto de la emoción, no todo son extremos, también existen muchas variaciones.
Algunas personas expresan sus sentimientos, dependiendo de lo intenso de la
emoción, para ellos. A veces son muy contenidas expresando sentimientos de
amor, podemos saber que ama a otra persona, porque se le nota, pero no se lo
dice a nadie, ni siquiera a la persona amada.
Sin embargo, cuando sienten coraje, lo expresan con tal fuerza, que se
ponen rojos y les sale humo por las orejas. En todo esto tenemos que recordar,
que la expresión de nuestras emociones es, un estilo subjetivo de cómo las
vivimos. Unos lloran o gritan, se contienen o se mantienen tranquilos o se
desmayan, ante una emoción parecida.
Para
los que trabajamos con el mundo emocional de las personas, la tarea que toca es, identificar, lo antes posible, en la
consulta, cómo expresa emociones, la persona que estas atendiendo. Siendo los
sentimientos, la expresión subjetiva de las
emociones, estos sentimientos pueden manifestarse de múltiples maneras.
Los humanos somos muy diversos, esa es, nuestra mayor riqueza.
Para
entender a una persona en sus situaciones o problemas, tenemos que entender
cómo siente y expresa sus emociones. Si
tienes dos personas, es decir una pareja, no solo es vital conocer cómo
expresan por separado, también, cómo expresan entre ellos, sus sentimientos.
Parte de las situaciones de una pareja que busca ayuda, es que, invierten mucho
tiempo y discusiones, tratando de persuadir a la otra persona que se exprese
igual. Es decir, si A. es intensa, B. se supone que también lo sea. Las
discusiones se producen, porque cada uno piensa que su estilo es, el más
adecuado.
En
la vida de todos, los sentimientos son el ingrediente único que nos da sabor. Ingrediente que nos hace llorar pero también
amar. Componente que le da gusto a
sentirnos vivos, vibrantes. Si suprimimos los sentimientos o nos aguantamos,
creemos que dejamos de sentir, y nos enfermamos. Porque no es posible, estar
vivo y no sentir.
En
un mundo ideal desde que nacemos, deberíamos
ser educados sobre nuestro mundo emocional y cómo expresarlo. Sin embargo, el conocimiento de cuán
importante es la emoción para los humanos, todavía no es parte de la discusión
y mucho menos de la educación.
Hay
caminando por el mundo generaciones completas que no conocen lo vital de
enseñarle a sus hijos, tanto la madre como el padre, a cómo identificar
sentimientos. Estos padres no son malas personas, ellos tampoco saben hacerlo
con las propias. Pero ya llego otro siglo y tenemos a nuestra disposición
innumerables maneras de aprender. Cierto es, que las desigualdades en nuestro
mundo, son enormes, y en un lado puede ser el siglo 21 y en otros están muy lejos de haber
llegado. Hay muchas cosas que se escapan de nuestras manos. Sin embargo, lo que
no se nos puede escapar, es lo cercano,
ese pedazo que nos toca. Nuestra casa propia y la de nuestros hijos.
En
este sentido además de los intensos vs los suprimidos, existen otros a los que
yo llamo “Vagos emocionales”. Los vagos emocionales, son personas que se jactan
de decir, “a mi me resbala todo”, “nada me molesta”, “no quiero a nada ni a
nadie”. Muchos de estos vagos, son personas muy heridas que repiten un discurso
de, “a mi nadie, me va a volver a hacer daño” Por otro lado, este discurso es más
dañino que sentir dolor, porque los aleja de la vida y los aísla. Es muy cierto
que los humanos somos capaces de hacer mucho daño. Pero secuestrarse de la vida
no puede ser la solución al dolor. Lo apropiado es trabajarlo, fortalecernos y
en vez de huir, enfrentar.
También
existen vagos emocionales que, dicen no sentir para no comprometerse con nada.
Que las personas se unen para llevar a cabo una labor, “no me interesa”, “yo no
me meto en eso”, “tengo muchas cosas que hacer”. Es decir, “no siento ni padezco”,
para no comprometerme. Estoy segura que ustedes conocen personas de este tipo.
Son los que viven en la periferia de todo y no se mojan por nada. Este comportamiento
es de no participación, voluntaria, no por dolor, sino por huir del compromiso.
Para no molestarse con nada, por eso son vagos.
Dicen
que lo que nos diferencia de los otros animales y nos hace humanos, es la
emoción, y que podamos expresar los
sentimientos asociados a esa emoción. Muchas veces, esto no parece una
realidad. La naturaleza de la emoción es, fluir, se siente y se expresa. Sin embargo, la hemos trastocado tanto, como
tantas otras cosas, que la hemos convertido en un problema. Necesitamos hoy más
que nunca, educarnos sobre nuestras emociones y sentimientos. De ello depende
nuestra salud, no solo la emocional también la física y la espiritual. No vaya
a ser que los animales, los que decimos que no sienten, nos sigan dando
lecciones de sentimientos. Cualquiera que tenga la oportunidad de interactuar
con un animal, de cuatro patas, puede constatar la pureza y la naturalidad con
la que sienten y lo expresan. A nosotros, en el conjunto, nos falta mucho.
La
autora es Psicóloga Clínica, en práctica privada.
(787)
399-3114
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