Lo
divisé a lo lejos. Corría sonriendo por
la vereda que le traía al lugar donde me encontraba. La escena era muy concreta
y a un tiempo mágica. El sol de Agosto quemaba a esa hora del día, y sus rayos
se filtraban por entre las hojas de los árboles. Ángel era de esa forma que
solo los niños o los locos tienen, podía hacer de una tragedia un momento
mágico. No tenia términos medios, tenia una espontaneidad infantil. Mientras
observaba su retozar desenfadado, me llegaba a un tiempo su inmenso dolor.
Dolor, que yo conocería en toda su
magnitud, al final del encuentro.
Ángel
tenia la cualidad de hacer parecer, que nada estaba pasando. Cuando hablaba, lo
hacia como si contara un cuento, donde el era el protagonista, un actor de primera, pero lejano. Tal y como
si su historia no fuese la propia mas bien una, que alguien le había contado o una película. Cuando hablaba de sus
correrías por su corta vida tenia solo 32 años parecía que había vivido tantos
años que no los podía contabilizar. Eso les sucede a los niños que nunca lo
fueron porque la circunstancias de su vida les hacen vivir experiencia para
las cuales no estaban preparados.
Ángel
miraba a las personas con una mirada de conquista. Cuando me miraba a mi, ya
por costumbre lo hacia pero corregía de inmediato y sonreía pícaramente. Con
frecuencia, pedía perdón por su tipo de mirada pero aclaraba que era la que
le había dado fama y éxito. A mi no me extrañaba pues Ángel era guapo con un
físico interesante donde se podían leer todas las mezclas posibles. Su cabello
muy rizado y negro. Un rostro redondo donde contrastaba una nariz ancha
hacia cada cachete y unos ojos azules como el mar. Su tez era blanca con
tonos azulados. Las venas podían verse a través de la piel. A pesar de su
condición en ese momento se notaba un cuerpo que había sido trabajado de
cintura para arriba hacia abajo sus piernas estaban muy debilitadas.
Ángel
y yo nos conocimos para despedirnos a veces estos encuentros suceden y después
ya nada es igual. Hay personas que nunca se van pues su ida dejaría un hueco
tan grande que la vida no podría reconstruirse. Un día de visita lo encontré
muy alterado me estaba esperando en su silla de ruedas a la entrada del
centro. Comenzó a hablar y no podía parar era una catarsis y una confesión.
Mientras el confesaba yo lloraba en mi corazón y sudaba a mares. A veces la
vida se ensaña con ciertas personas el era un invisible para el sistema
social hasta que alguien lo hirió de muerte. Ese día practique a sentir con
otra persona sin filtros. Cuando terminó, me fijo la mirada tratando de leer,
qué yo pensaba de lo que me había dicho. Yo lo mire y le dije: “Ángel siento
mucho que hayas pasado por cosas tan terribles. Admiro que guardes un gran
sentido del humor”. Con frecuencia mientras hablaba, decía algo muy chistoso,
dentro de una gran tragedia.
Ese
día cuando nos despedimos, Ángel lloró. Me pedía que no lo dejara solo que
volviera y yo le asegure que regresaría, lo que cumplí la próxima semana. En
esa visita tuve que llegar hasta su dormitorio estaba acostado muy enfermo.
Hablamos y una vez más me dio las gracias por visitarlo, me pidió mi libreta y
firmo su nombre, la que todavía conservo, de esto hace 30 y pico de años. Tenia fiebre y me conto muchas cosas que nunca sabré si fueron producto de la fiebre o de una vida repasada en sus
últimos momentos. De lo que estoy segura
es, de que ambos estábamos consientes de que no nos volveríamos a ver y nos
despedimos.
Quise
hacerle una lista de lo que habíamos trabajado y de lo que yo había aprendido
con el. Ángel me miro incrédulo el decía que yo no podía haber aprendido nada
de el le asegure que eso no era cierto. En la vida solo sabemos de verdad
aquello que hemos puesto a prueba. Ángel me enseño a disfrutar de un paseo aunque fuera en silla de ruedas. El
aseguraba que pronto estaría corriendo, la realidad era que Ángel tenia la
columna destrozada. Nuestras citas en su mayoría fueron debajo de un árbol del
patio, eso me enseño que la terapia en la naturaleza se multiplica en sanación. El juicio que solemos hacer, sobre
lo que no es igual a nosotros en muy rápido, Ángel escribió en mi ser la
aceptación de la persona, sin juicios. La aceptación de la diversidad y a
entender que yo no estoy en el mundo para enjuiciar a nadie. Lección muy dura,
que aún estoy practicando. La
“profesión” de Ángel en la libre comunidad era secuestro y violación. El me enseño muchas cosas, pero lo mas importante
fue que me señalo el camino que llevo recorriendo desde que lo conocí. No pasa
un solo día que Ángel no esté, en unas y otras personas, porque Ángel fue mi
primer paciente.
*Ángel
es un nombre ficticio.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica privada.
(787)
399-3114
Wow! Tremendo escrito. Gracias, gracias, gracias por el recordatorio. Es de todos recordar que todos, sin importar quien, tenemos esa energia divina de amor dentro de cada uno. Gracias por compartir esa experiencia que enriquece al que lo lee con el corazon abierto. Gracias, gracias, gracias.
ResponderEliminarGracias por leerme. Muy honrada.
Eliminar