El tiempo es de nuestra propia creación humana y que hemos convertido en dictador de la vida. Ese que no pasa o pasa tan rápido dependiendo de la experiencia que estemos viviendo. Al que queremos
capturar cuando la experiencia es dulce al que queremos adelantar cuando nos
amarga.
El
tiempo que fija los grandes retos que no hemos querido enfrentar porque miramos hacia
otro lado. El tiempo que invertimos en la búsqueda constante de posesiones con la esperanza de que llenen lo vacíos de cosas que no podemos contabilizar. Esas cosas que
sabemos que nos faltan y por no querer enfrentarlas las maquillamos en el tiempo para que luzcan bonito. Nuestros apegos, desapegos o la huida para no pensar que puede ser burda o muy sofisticada pero todas son huidas.
El
tiempo de la aventura de verse y encontrarse porque no hay nada más poderoso que uno
o una que sepa quién es. Saber quienes somos nos toma muchos años y
todavía queda mucho por descubrir en ésta patria. Nos hemos
criado llenos de dudas de temores de mentiras y las hemos negado porque el mecanismo de la negación es un arma poderosa. La
vergüenza ha sido una constante en el diario vivir y nos hemos culpado por no
defendernos por no saber hablar o por callar demasiado, la verdad es que todavía nos falta aprender a hacerlo.
Todos
políticos y pueblo ambos necesitamos más psicología y menos
economía. Más verdades que duelan y que nos hagan fuertes y menos mentiras que
nos debilitan y nos duerman. Decía Néstor Duprey en una red. “¿ Qué hacer?
Madurar políticamente concertar la salida de la crisis, reestructurar la
deuda del gobierno y descolonizarnos de una vez”. Parece que llego el tiempo el de la hora tan
temida, el de la noche oscura del alma que
enfrentan todos los que quieran despertar.
Estamos en una crisis sin embargo, las crisis son eventos puntuales
en la vida de todos los vivos los individuos y los pueblos. Una llamada crisis que se extiende en el
tiempo tantos años no es ya una crisis. Se ha convertido en un estilo de vida y en un pedido del inconsciente colectivo pidiendo transformación y cambios profundos. Y esa “crisis” no se resuelve con
dinero esas se trabajan con más psicología colectiva buscando y encontrando verdades. Verdades como puños que nos están señalando al mundo como una sociedad
podrida de crímenes, delincuencia, drogas y los múltiples velos que nos cubren porque casi
nadie sabe dónde estamos en el tiempo de la geografía.
Entonces
será tiempo del vino para celebrar y no para olvidar el dolor de no haber
podido exigir vivir en libertad. De conformarnos como niños sin padres con
cualquier cosa que nos den aunque de verdad salga de nuestras costillas. Ser
libres de la manera que cualquier pueblo aspira a ello se llame como se llame
el titulo que le pongamos al convenio. En un mundo nuevo como el que se está
gestando ya no es importante estar casados lo de verdad relevante es
respetarnos. Y a nosotros respeto nos ha faltado mucho, hasta de nosotros
mismos.
Hasta
el Rey Felipe VI de la primera colonia de la que con orgullo, llevamos este bello
idioma que hemos defendido como nadie. Viene a visitarnos en el tiempo y se concede el
derecho de insultarnos y no existe un embajador que exija respeto. Su
desconocimiento es de tal magnitud que cambio la geografía la lengua las
estadísticas y todo quedo en nada. En honor a la verdad no todos, muchos que no
son políticos, los hombres y mujeres de letras alzaron su voz. Y gracias a las
redes muchos protestaron, por el atropello. Pero la culpa es huérfana y la
responsabilidad es de él y es nuestra. Nadie te pisa y te hace creer que te acaricia si tú no lo permites.
*Nestor Duprey es un historiador puertorriqueño.
*Nestor Duprey es un historiador puertorriqueño.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica privada.
(787)
399-3114
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