Hace
algún tiempo los términos propios de la jerga profesional de la psicología, son repetidos coloquialmente. Lo cual por un lado,
quizás acerca la psicología al público general o produce malos entendidos.
Palabras que significan diagnósticos como bipolar, ansiedad, depresión son
vocablos comunes en el diario vivir.
Esto
mismo sucede con los vocablos personalidad y carácter. Que no son lo mismo ni
se escriben igual. Para efectos del escrito tomare una definición somera de
ambos términos. Intentar definir conceptos psicológicos de una manera sencilla
es un riesgo, pues desafortunadamente se queda mucho fuera y todo es
importante.
Por
un lado la personalidad se refiere al conjunto de características que nos definen,
cómo es una persona. La organización interna que tiene un individuo que le
permite actuar de tal o cual manera. Sus actitudes, pensamientos, sentimientos,
comportamientos. Siento todo ello dinámico porque ese conjunto es variable, lo
cual nos dice que los comportamientos no son fijos, sino cambiantes.
El
carácter por otro lado es un conjunto de rasgos o cualidades que definen a la
persona, nos dicen como es su manera de pensar y actuar, lo que la distingue de
las demás. El cúmulo de cualidades del carácter son muy amplias, la
generosidad, la avaricia, fuerza, debilidad, emoción, reacciones o no
reacciones.
Para
entendernos, el carácter es lo que
hacemos a diario y está lleno de comportamientos repetidos, manías y cotidianidad. Carácter son las
reacciones y los hábitos de comportamiento que
hemos practicado a través de la vida. Cada
vez que decimos sí o no. Cada día que decidimos
hablar o guardar silencio. Siempre que decidimos involucrarnos o quedarnos en
la retaguardia. Cuando decidimos abrazar o guardarnos el abrazo. Ese momento en
el que aguantamos las lagrimas o las dejamos salir. Todos esto constituye
nuestro carácter.
El
carácter de una persona define lo que es, lo que probablemente ha sido y lo que
próximamente llegara a ser. El carácter nos forma la cara, donde se refleja. Las
costumbres, las amistades, nuestras maneras de ver la vida, son parte del
carácter. El carácter influye en nuestra
manera de dar y recibir, define cómo son nuestros amores, nuestro andar por la
vida, si caminamos rápido o lento. El carácter dice lo que hemos hecho de
nosotros mismos, hasta ese momento dado y se espera que cambie y se modifique
según vamos creciendo.
En
los tiempos que corren he escuchado a muchas personas preguntarse. ¿Cómo es
posible que ante tantos atropellos los puertorriqueños no protestamos? Hace
poco escuche a una Sra. conductora de un programa en la radio que no entendía cómo era posible que nos dejáramos
pisotear de tal forma, sin gritar. Parecía una profesional muy elegante,
desconozco su nombre y a ella le dedico
este escrito. Amiga toda esta dejadez, dormidera, huida, inacción, debilidad,
se la debemos al carácter que hemos practicado como colectivo.
Heráclito
decía que el carácter es nuestro destino. El carácter nos gobierna y gobierna
también la fisiología, afirmaba mi maestro, James Hillman. Porque solo en el
hacer nos hacemos, el carácter es lo que hacemos a diario y con el se forma
hasta nuestra postura. Pero no solo la externa, también la interna que nos
mueve o nos controla.
El
carácter puertorriqueño es ese conglomerado de cualidades, que practicamos como
colectivo a diario, y que explican nuestra particular manera de ser. Es decir,
todo lo que hacemos o no hacemos es debido al carácter que nos hemos formado
generación tras generación, y hasta que no lo examinemos no lo podemos cambiar.
Un
ejemplo diario de carácter puertorriqueño que estoy segura que todos conocen
es: la quejadera eterna de lo que no tenemos, no somos, hacemos mal, no podemos
hacer. Esa queja colectiva nos forma el carácter. Si el carácter es el destino
como decía Heráclito, lo cual yo comparto, entonces nos toca mucho trabajo para
cambiar de carácter y ser lo que debemos ser, por derecho propio.
Desafortunadamente,
en estas cosas de la psicología hasta que no nos damos cuenta de algo no lo
podemos cambiar. Lo bueno es, que ha llegado el momento. Algunas personas ya
están de camino y parece que les llego la sangre a las venas, otras están
tratando de que todo cambie sin ellas cambiar. Hay que darse prisa, la vida se
nos pasa, y nos comen los dulces.
Hasta
ese momento, y gracias a que muchos jóvenes están cambiando su carácter
heredado, de quejarse a hacer, hoy tenemos una agricultura que comienza a
despuntar y a enseñarnos que: Puerto Rico si tiene recursos y que son nuestros
y que nadie nunca nos los puede quitar. Eso es fuerza de carácter.
***Este
artículo se publico en El Post Antillano.
Domingo
1-Mayo-2016.
La
autora es Psicóloga Clínica en practica privada.
(787)
399-3114
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