No estudié periodismo mis estudios son en psicología clínica, hago la salvedad porque mis palabras proceden de mi preparación académica y mi experiencia profesional.
Soy
una enamorada del periodismo, en mi opinión como en la de muchos, los
periodistas son los ojos, los oídos en fin los sentidos de los ciudadanos, allí
donde no podemos estar, están ellos y ellas.
Me encanta ver, escuchar o leer un buen reportaje de cualquier tema, aún
si es de algo que me parece no me interesa termina fascinándome, quizás ni
siquiera por el tema y si por la manera
en la que el o la periodista lo enfoca.
Por
este respeto que puedo tener a muchos periodistas también ellos son sujetos de
estudio de mi deformación profesional. Deformación que me dice que todo aquello
que hacemos o dejamos de hacer habla de nosotros de lo que somos en
profundidad. Esta máxima me acompaña y la recomiendo porque nos mantiene
mirando, observando, evaluando nuestro quehacer por la vida. Destreza que por
otro lado es básica para mantenernos claros en el impacto de nuestro proceder y
en las razones que argüimos para esa acción.
No
importa la edad que se tenga el conocer de una o uno mismo es indispensable
para la vida, las relaciones, creencias, fortalezas o debilidades que nos
acompañan invariablemente. Otra función de ese observarse es que el ego ese
señor que es chiquito y se cree el dueño de la película, al que no podemos
matar solo educar, puede inflarse y creerse que de verdad dirige la orquesta.
Esto es evidente cuando se defiende lo contrario de lo que se está haciendo.
Todo
lo anterior para decir que me muero de vergüenza cuando escucho a algunos
periodistas entrevistar a ciertos personajes casi todos políticos de turno. Al
instante y sin haber ido un solo día a clases de psicología cualquiera puede
identificar sus debilidades. Su debilidad mayor pienso que es el que le concede
al instante al otro u otra un poder que no tiene, que solo lo ostenta por el
cargo y que si no tiene el cargo el poder desaparece.
El acercamiento es tan débil, tan pegajoso,
tan complaciente que asquea al que lo ve. Hay una bajada de cabeza, de entrega,
de deseos de quedar bien que asusta. Esto siempre ocurre con los políticos de
turno, con las mismas personas que esos periodistas debían de escudriñar para tráenos
la noticia de si están haciendo lo que se supone que hagan y por el contrario
tartamudean y se cortan se esconden y quedan mal por no molestar al señor o la
señora entrevistado. De esta forma el periodista deja de ser nuestros ojos y se
convierte en parte del problema porque ya no informa, deforma.
Este
evento no es solo en nuestro país es también en otros donde el periodista maquilla, explica y
justifica hasta la más obvia
contradicción con tal de no quedar mal
ante quien a vendido su claridad. Ser completamente objetivo es imposible,
seria posible si no tuviéramos inconsciente, pero para bien o para mal lo
tenemos. Pero sin aspirar a ser objetivos seria recomendable que los que tienen
la sagrada misión de informar, también hicieran el ejercicio del respeto y la integridad
profesional. Sobre todo porque en los tiempos que corren son más necesarios que
nunca.
La
autora es Psicóloga Clínica en práctica privada.
thaliacuadrado@gmail.com
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